CUANDO UN ARTISTA MUERE JOVEN…
La partida de Naoki Ishida nos duele porque no solo se va una persona, se apaga un talento que recién comenzaba a brillar. La muerte de un artista joven siempre nos confronta con una verdad dura: la vida es frágil, el futuro nunca está asegurado.
Él deja en el aire las canciones que no alcanzó a escribir, los escenarios que no pudo conquistar, los sueños que quedaron a medias. Y eso es lo que más golpea: pensar en lo que pudo haber sido.
Su nombre queda grabado no por la cantidad de años que vivió, sino por la intensidad con la que compartió su arte. Eso nos recuerda que cada día vale oro, que no hay tiempo para guardar lo que llevamos dentro.
Descansa en paz, Naoki. Tu música ya pertenece a la eternidad.
